Rosina

Actividad

Cuarteto Nonamé

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Hace años, cuando mi mochila todavía viajaba de un lado a otro llena de libros de texto, RNE tenía una sección, dentro del programa de noticias de matutinas, llamada “La Buena Noticia del Día”.  En los escasos tres minutos que duraba, el locutor daba una tregua a la cobertura de desastres medioambientales, corrupción y violencia del día a día y nos hacía saber de un pequeño avance científico que nos acercaba un poquito más a la cura el cáncer, de alguien que había puesto su vida en peligro para salvar la de un extraño o de algún elocuente gesto de deportividad. 


Cada mañana, en el coche, de camino al colegio le pedía a mi madre que subiese el volumen para escuchar atentamente las suaves notas del piano de la introducción y descubrir qué habían conseguido todas esas personas buenas que, sin hacer ruido, hacían el mundo un poquito mejor. Mientras el oboe y los violines cerraban la sección, cada día tomaba la firme decisión de que yo, algún día, aportaría mi granito de arena y formaría parte de esas noticias. Y cada día, con esa idea en la cabeza, ponía rumbo a mi pupitre y, poquito a poco, a mi vida. 


La melodía de “Las normas de la casa de la sidra” de Rachel Portman me acompañó durante años mientras soñaba cómo sería mi vida y, de la mano del precioso arreglo que nos hizo el Cuarteto Nonamé, me acompañó también en el camino al altar donde me esperaba el hombre que ahora sueña conmigo nuestra vida juntos. Gracias, chicos, me siento inmensamente agradecida por haber podido personalizar la banda sonora de nuestro gran día con este y otros guiños tan significativos para mí. 


Probablemente podría parecer normal que, en un día en que las emociones están a flor de piel, cada pieza que tocaron los músicos hizo que me emocionase. ¿Desde cuándo es novedad que una novia se emocione el día de su boda? Lo que quizás no sea tan habitual es que eso mismo te lo digan los invitados. Todos. Uno-detrás-de-otro. Que qué bien elegida la música, decían. Pero yo creo que se equivocaban. Que lo que estaba espléndidamente elegido era el equipo de maravillosos músicos. 


Además de tremendamente profesionales, los chicos fueron pacientes, cercanos y sus consejos para elegir la pieza para cada momento resultaron ser tremendamente útiles.  


Si he conseguido que llegues a leer estas líneas hasta el final déjame darte dos consejos: uno, el cuarteto Nonamé es la elección acertada, no le des más vueltas, contrátales antes de que se den cuenta de que podrían estar cobrando el triple por el trabajazo que hacen. Dos, el Halleluyah de Leonard Cohen cantado por Julián y Luis. Pelos de punta asegurados para todos los asistentes. 

8 de diciembre de 2019